Fue durante el siglo XIII que se construyó un conjunto de monumentos que, cumpliendo las funciones funerarias y de memoria, sólo podemos encontrar en territorio portugués. Surgen con alguna frecuencia en caminos importantes, contrariando la tendencia de la época para ubicar las necrópolis junto a las iglesias y capillas.
De un modo general corresponden a sepulturas de los “fieles de Dios”, o sea, de aquellos que tuvieron una muerte accidental o en duelo, estando por ello prohibidos de ser sepultados en lugares sagrados.
El Memorial de Alpendorada debe ser entendido en este contexto, conforme nos indica la espada grabada en las piedras superiores del plinto que sirve de base a su arco. Este símbolo de la nobleza se encontraba igualmente en el Memorial de Lordelo (Baião), demolido en el siglo XIX, y prevalece en el de Sobrado (Castelo de Paiva). En Alpendorada estamos delante de una sepultura de un caballero que se podrá asociar a don Sousino Alvares, figura también relacionada con el Memorial de Ermida (Penafiel), aunque la tradición aún relacione estos dos monumentos a la figura de doña Mafalda, nieta de don Afonso Henriques, primer rey de Portugal.
Edificado en granito, su arco de medio punto descansa sobre una base de forma paralelepípeda con doble cavidad.
Ubicación: Marco de Canaveses